Una carta escrita el 23 de febrero de 2024

en Colombia
Carta a mi yo lector del futuro

Ipiales, 16 de febrero de 2024 Querido Yo-lector: Es la primera vez que te escribo, mi Yo-Lector del futuro, paso a saludar confiando en que todo marche bien. Esta carta nos traerá muchos recuerdos en un año; “el tiempo es una bestia que a veces no sabe sonreír”, eso dice mi Yo del Presente, aunque no es del todo malo esperar a que el tiempo cambie las cosas, o las cure o definitivamente las deje tal cuál como se presentan. No sé que pueda ocurrir, pero lo que sí sé es que en un año leeré nuevamente esta carta y aunque sea seguro que las cosas no cambien mucho en 365 días, tendré la firme convicción de que leeré con enorme satisfacción estas líneas. Probablemente mis hábitos lectores nos e modifiquen, ello lo asumo en este momento, empero ignoro qué sucederá en 1 año, si habrás leído más libros, por placer u obligación, o quizá te hayas convertidor en un escritor con licencia para publicar en algún lugar de este mundo. La intención de esta misiva es contarte que tengo planeado leer 5 libros, el primerio es el tomo 1 de la enciclopedia “La Gran Colombia”, escrito por un equipo de diversos historiadores, investigadores y hasta periodistas. Quiero leer este libro porque explica el inicio de las culturas indígenas colombianas y el desarrollo económico y política desde la época de la nueva granada. El segundo libro se titula “Noches de Humo” de la autora Olga Behar y según la portada trata de cómo se planeó y ejecutó la toma del Palacio de Justicia En Colombia. El tercer libro se llama “Don Segundo Sombra” del escritor Ricardo Guiraldes y según lo poquito que he leído, sus prosas y poemas son muy ricas en lexicografía. El cuarto libro que planeo leer se titula “El Pequeño Gran Libro de Mitología” escrito por Roberto Carvalho de Magalhaes y según su portada relata gráfica y textualmente la mitología clásica en las artes visuales y el último libro, aunque planeo leer permanentemente como plan cotidiano, se llama “Fausto” del célebre escritor Johan Wolfgang Goethe. A menester de fortalecer la disciplina lectora es que planeo leer estos libros, confiando logre leer muchos más en lo que la vida me otorgue licencia. Corren ahora mismo los intempestivos días de febrero, con chubascos y fuertes sopores, un clima orate por los fenómenos. Me gusta leer cuando llueve, el peso del agua en los techos y el golpeteo incesante de los rocíos cristalinos en el jardín me proveen una concentración bastante locuaz, cuya calma impertérrita de lóbregas nubes me sosiegan sobremanera. Escribo estas líneas también, no solo para evocar recuerdos del momento en que las escribí; calmo y sereno, lo hago con una parsimonia consoladora de quien encuentra alivio en la esperanza, para saberme comprendido, de súbito, en mis propias oraciones. Las cosas en la ciudad son densas, honestamente, un vividero soez en ocasiones, las cosas ya no brillan como antes, el temor a un atentado es como el óxido, permanentemente. En Ipiales la situación es esa, una ciudad pequeña que tiene dos bibliotecas públicas, de muchos libros para leer empero de escasos adeptos. Cerca de mi barrio queda una, la he visitado un par de veces, es céntrico el lugar, cercado de casas como construidas por el mismo arquitecto, del mismo color, con pequeñas chimeneas y un ala de 2 pisos de tejas de barro verdes. Frente a mi casa hay un parque con bordes en el sardinel de azulejo y pantallas de luz estela que iluminan el piso adoquinado y el zaguán geométrico que bordea la senda de los pequeños jardines pastosos. Mi barrio es bonito, al menos hay cerca algo de naturaleza, torcazas que descienden a los árboles cuadrados de ramas escarlata (y otros amarillos con hojas violeta) que matizan los pensiles. “La educación es costosa, pero más costosa es la ignorancia” cito esta frase de un profesor de filosofía en mi grado décimo porque es realmente importante educarse; actualmente estoy cursando una asignatura de la Universidad llamada “Lectores Autónomos” y en ella me piden que dedique un momento para “leerme” e inmortalizar ese entrañable momento, como un monologo erigido para amenizar una especie de confesionario. Enseguida entonces confieso, pues, sin temor a bruñir la verdad con una lección de vida, que el último libro que leí fue “Crónicas de una Muerte Anunciada”. En principio aposté porque sería una trama bastante ambiciosa, ¡y lo fue! Tanto que los bordes de las páginas quedaron estriados, unas líneas indelebles configuradas en las puntas, un uso excesivo del material para una autentica adicción. “la muerte de Santiago Nasar fue un acontecimiento de épicas sucesiones que no traducen en un cruento asesinato; estaba advertido, si, sentenciado y fatalmente anunciado, sin embargo, a medida que leía las paginas, una a una, aspiraba a que suceda de todo, menos que él muriese, aunque el título de la novela reza sobre una muerte anunciada. Es cierto que los sueños son el punto y coma de una nueva oración, una continuación no planeada de la vida, un momento en donde se puede reconocer el predicado de nuestras vidas; ello mismo le sucedió a Nasar a manos de sus gemelos verdugos” (…) sin los sueños sería evidente la viudez de la vida. En estos momentos donde medianamente estoy trasegando por los libros de mi diminuta biblioteca casera, deseo leer el “Fausto” de Goethe; me han comentado que es un libro bastante complejo de entender, con una literatura antiquísima y cargada de una especie de aforismos filosóficos, la cual será un reto leer. Por fortuna esa pieza reposa su lomo en mi pequeña colección, sin embargo, aún no lo he podido leer debido a la intermitencia de los quehaceres cotidianos que impiden leer de corrido más de 10 páginas. Planeo leer también la novela “Luna Caliente” del autor argentino Mempo Giardinelli, me la han recomendado mucho por su apasionada historia donde yace la lujuria y la muerte como péndulo que oscila entre el profundo abismo del amor. Desafortunadamente en la ciudad donde resido es difícil adquirirlo, quizá lo pida a alguna librería que lo venda por internet. Hace años atrás soñaba con ser escritor, logran publicar un cuento corto en un concurso organizado por un colegio en un pueblo cercano a la capital de Nariño “Tres Presencias de Esperanza” se titula. Con él pude ser publicado en una revista literaria, jamás volví a saber de su publicación hasta ahora. Muy seguramente puedo afirmar que mis escritos en prosa, cuento y pequeños proyectos de novela han sido fraguados gracias a la mágica e inefable influencia de nuestro querido Gabriel García Márquez, autor con el cual me hubiese encantado conversar, pero no a manera de una improvisada entrevista a las cuales él estuvo mucho tiempo acostumbrado, sino como un conmovido admirador ansioso por escuchar las historias emergentes del Caribe Colombiano, la inspiración sobrecogedora de cómo fue posible la invención sublime y perpetua de Macondo y sobre todo comprender como es posible que Cien Años de Soledad se un vallenato de 300 páginas. Aún lo recuerdo, como una figura casi paterna, inmortalizado hasta en los más soterrados socavones de una tierra del olvido, con una melancolía reposada, reflejada en el recuerdo cuando leí por primera vez sus obras, traducidas a mi criterio como una antología de lo que es la costa caribeña en los tiempos de la revolución de las letras hasta ahora donde al revivir su legado literario ascienden entre las hebras matutinas del sol, aleando mariposas amarillas como augurio sempiterno de su realismo mágico. Apreciado yo, con mano inspiradora escribo esta misiva realmente anhelante de no ser víctima de la amnesia y olvidar mis sueños en esta vida, pues sería lo más triste por no decir decadente. Dejo constancia ante mi yo del futuro que los anhelos sustentan la vida como una pasta que los sostiene en el tiempo y permite afincarlos en una realidad irresoluta. Particularmente mi proyecto familiar al cabo de 1 año es poder mudarnos de ciudad. El plan es radicarnos en un pueblito de eje cafetero cerca de la capital de Risaralda y recomenzar una vida que ha estado quizá un poco en aciagos momentos. A nivel académico aspiro lograr mi título universitario y ejercer a nivel profesional en el ámbito educativo como docente o instructor. Confío en que todo lo aquí escrito sea recordado, mi yo lector, con la firme convicción de capitalizar estas nobles aspiraciones en la realidad y perpetuar la tan anhelada felicidad con los míos. Recuerda las cualidades que te distinguen pues pienso firmemente que te destacas por tu capacidad de escribir y transmutar tus pensamientos en un texto, así mismo valoro tu capacidad para explorar nuevos términos y cultivar propiamente tu lexicografía, de manera que tus escritos se destaquen por sus figuras y su densa prosa en todos los términos literarios posibles, de igual manera otra virtud indiscutible es la del dibujo como forma de expresión artística; debes retomar esa labor como esencia de reconocimiento ante el mundo y una irredenta fuga de las tristezas de la vida. No olvides que la percusión acústica te identifica como un baterista empírico; ese es un sueño innegable que atañe tu realidad desde que aprendiste a escuchar de niño los sones siderales del rock o como llama un amigo, -la música roca-. Ya presto a despedirme, no olvides que hay tres cosas que un hombre debe hacer en la vida: sembrar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Deberás pues sembrar un árbol en lo más alto de una montaña para que brinde un profundo verdor en todo su follaje, si bien, aunque no tengas hijos, lograste educar a uno de una manera loable, lo sabes, y es ahora un joven que acoge la vida como su más destacado representante, eso también lo sabes y por supuesto escribirás un libro con la fuerza necesaria para soportar los infortunios de la vida y publicar la novela que desde hace 2 décadas vienes en tu cabeza erigiendo. Saludos desde aquí, mi yo del futuro, alienados ya de las lágrimas fortuitas que ante el lenguaje mundanal se hacen llamar tristeza, afirmo esto pues los lamentos propios de la vida son tan necesarios como la comprensión de que para morir solo es necesario estar vivo. “Hay que volver a la muchedumbre, su contacto endurece y pule, la soledad ablanda y pudre” Federico Nietzsche. Buena mar mi apreciado yo, no vemos en el camino. Atentamente, Rodolfo Buriticá Montoya



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Una carta del 23 de febrero de 2024

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Carta a mi yo lector del futuro

Ipiales, 16 de febrero de 2024 Querido Yo-lector: Es la primera vez que te escribo, mi Yo-Lector del futuro, paso a saludar confiando en que todo marche bien. Esta carta nos traerá muchos recuerdos en un año; “el tiempo es una bestia que a veces no sabe sonreír”, eso dice mi Yo del Presente, aunque no es del todo malo esperar a que el tiempo cambie las cosas, o las cure o definitivamente las deje tal cuál como se presentan. No sé que pueda ocurrir, pero lo que sí sé es que en un año leeré nuevamente esta carta y aunque sea seguro que las cosas no cambien mucho en 365 días, tendré la firme convicción de que leeré con enorme satisfacción estas líneas. Probablemente mis hábitos lectores nos e modifiquen, ello lo asumo en este momento, empero ignoro qué sucederá en 1 año, si habrás leído más libros, por placer u obligación, o quizá te hayas convertidor en un escritor con licencia para publicar en algún lugar de este mundo. La intención de esta misiva es contarte que tengo planeado leer 5 libros, el primerio es el tomo 1 de la enciclopedia “La Gran Colombia”, escrito por un equipo de diversos historiadores, investigadores y hasta periodistas. Quiero leer este libro porque explica el inicio de las culturas indígenas colombianas y el desarrollo económico y política desde la época de la nueva granada. El segundo libro se titula “Noches de Humo” de la autora Olga Behar y según la portada trata de cómo se planeó y ejecutó la toma del Palacio de Justicia En Colombia. El tercer libro se llama “Don Segundo Sombra” del escritor Ricardo Guiraldes y según lo poquito que he leído, sus prosas y poemas son muy ricas en lexicografía. El cuarto libro que planeo leer se titula “El Pequeño Gran Libro de Mitología” escrito por Roberto Carvalho de Magalhaes y según su portada relata gráfica y textualmente la mitología clásica en las artes visuales y el último libro, aunque planeo leer permanentemente como plan cotidiano, se llama “Fausto” del célebre escritor Johan Wolfgang Goethe. A menester de fortalecer la disciplina lectora es que planeo leer estos libros, confiando logre leer muchos más en lo que la vida me otorgue licencia. Corren ahora mismo los intempestivos días de febrero, con chubascos y fuertes sopores, un clima orate por los fenómenos. Me gusta leer cuando llueve, el peso del agua en los techos y el golpeteo incesante de los rocíos cristalinos en el jardín me proveen una concentración bastante locuaz, cuya calma impertérrita de lóbregas nubes me sosiegan sobremanera. Escribo estas líneas también, no solo para evocar recuerdos del momento en que las escribí; calmo y sereno, lo hago con una parsimonia consoladora de quien encuentra alivio en la esperanza, para saberme comprendido, de súbito, en mis propias oraciones. Las cosas en la ciudad son densas, honestamente, un vividero soez en ocasiones, las cosas ya no brillan como antes, el temor a un atentado es como el óxido, permanentemente. En Ipiales la situación es esa, una ciudad pequeña que tiene dos bibliotecas públicas, de muchos libros para leer empero de escasos adeptos. Cerca de mi barrio queda una, la he visitado un par de veces, es céntrico el lugar, cercado de casas como construidas por el mismo arquitecto, del mismo color, con pequeñas chimeneas y un ala de 2 pisos de tejas de barro verdes. Frente a mi casa hay un parque con bordes en el sardinel de azulejo y pantallas de luz estela que iluminan el piso adoquinado y el zaguán geométrico que bordea la senda de los pequeños jardines pastosos. Mi barrio es bonito, al menos hay cerca algo de naturaleza, torcazas que descienden a los árboles cuadrados de ramas escarlata (y otros amarillos con hojas violeta) que matizan los pensiles. “La educación es costosa, pero más costosa es la ignorancia” cito esta frase de un profesor de filosofía en mi grado décimo porque es realmente importante educarse; actualmente estoy cursando una asignatura de la Universidad llamada “Lectores Autónomos” y en ella me piden que dedique un momento para “leerme” e inmortalizar ese entrañable momento, como un monologo erigido para amenizar una especie de confesionario. Enseguida entonces confieso, pues, sin temor a bruñir la verdad con una lección de vida, que el último libro que leí fue “Crónicas de una Muerte Anunciada”. En principio aposté porque sería una trama bastante ambiciosa, ¡y lo fue! Tanto que los bordes de las páginas quedaron estriados, unas líneas indelebles configuradas en las puntas, un uso excesivo del material para una autentica adicción. “la muerte de Santiago Nasar fue un acontecimiento de épicas sucesiones que no traducen en un cruento asesinato; estaba advertido, si, sentenciado y fatalmente anunciado, sin embargo, a medida que leía las paginas, una a una, aspiraba a que suceda de todo, menos que él muriese, aunque el título de la novela reza sobre una muerte anunciada. Es cierto que los sueños son el punto y coma de una nueva oración, una continuación no planeada de la vida, un momento en donde se puede reconocer el predicado de nuestras vidas; ello mismo le sucedió a Nasar a manos de sus gemelos verdugos” (…) sin los sueños sería evidente la viudez de la vida. En estos momentos donde medianamente estoy trasegando por los libros de mi diminuta biblioteca casera, deseo leer el “Fausto” de Goethe; me han comentado que es un libro bastante complejo de entender, con una literatura antiquísima y cargada de una especie de aforismos filosóficos, la cual será un reto leer. Por fortuna esa pieza reposa su lomo en mi pequeña colección, sin embargo, aún no lo he podido leer debido a la intermitencia de los quehaceres cotidianos que impiden leer de corrido más de 10 páginas. Planeo leer también la novela “Luna Caliente” del autor argentino Mempo Giardinelli, me la han recomendado mucho por su apasionada historia donde yace la lujuria y la muerte como péndulo que oscila entre el profundo abismo del amor. Desafortunadamente en la ciudad donde resido es difícil adquirirlo, quizá lo pida a alguna librería que lo venda por internet. Hace años atrás soñaba con ser escritor, logran publicar un cuento corto en un concurso organizado por un colegio en un pueblo cercano a la capital de Nariño “Tres Presencias de Esperanza” se titula. Con él pude ser publicado en una revista literaria, jamás volví a saber de su publicación hasta ahora. Muy seguramente puedo afirmar que mis escritos en prosa, cuento y pequeños proyectos de novela han sido fraguados gracias a la mágica e inefable influencia de nuestro querido Gabriel García Márquez, autor con el cual me hubiese encantado conversar, pero no a manera de una improvisada entrevista a las cuales él estuvo mucho tiempo acostumbrado, sino como un conmovido admirador ansioso por escuchar las historias emergentes del Caribe Colombiano, la inspiración sobrecogedora de cómo fue posible la invención sublime y perpetua de Macondo y sobre todo comprender como es posible que Cien Años de Soledad se un vallenato de 300 páginas. Aún lo recuerdo, como una figura casi paterna, inmortalizado hasta en los más soterrados socavones de una tierra del olvido, con una melancolía reposada, reflejada en el recuerdo cuando leí por primera vez sus obras, traducidas a mi criterio como una antología de lo que es la costa caribeña en los tiempos de la revolución de las letras hasta ahora donde al revivir su legado literario ascienden entre las hebras matutinas del sol, aleando mariposas amarillas como augurio sempiterno de su realismo mágico. Apreciado yo, con mano inspiradora escribo esta misiva realmente anhelante de no ser víctima de la amnesia y olvidar mis sueños en esta vida, pues sería lo más triste por no decir decadente. Dejo constancia ante mi yo del futuro que los anhelos sustentan la vida como una pasta que los sostiene en el tiempo y permite afincarlos en una realidad irresoluta. Particularmente mi proyecto familiar al cabo de 1 año es poder mudarnos de ciudad. El plan es radicarnos en un pueblito de eje cafetero cerca de la capital de Risaralda y recomenzar una vida que ha estado quizá un poco en aciagos momentos. A nivel académico aspiro lograr mi título universitario y ejercer a nivel profesional en el ámbito educativo como docente o instructor. Confío en que todo lo aquí escrito sea recordado, mi yo lector, con la firme convicción de capitalizar estas nobles aspiraciones en la realidad y perpetuar la tan anhelada felicidad con los míos. Recuerda las cualidades que te distinguen pues pienso firmemente que te destacas por tu capacidad de escribir y transmutar tus pensamientos en un texto, así mismo valoro tu capacidad para explorar nuevos términos y cultivar propiamente tu lexicografía, de manera que tus escritos se destaquen por sus figuras y su densa prosa en todos los términos literarios posibles, de igual manera otra virtud indiscutible es la del dibujo como forma de expresión artística; debes retomar esa labor como esencia de reconocimiento ante el mundo y una irredenta fuga de las tristezas de la vida. No olvides que la percusión acústica te identifica como un baterista empírico; ese es un sueño innegable que atañe tu realidad desde que aprendiste a escuchar de niño los sones siderales del rock o como llama un amigo, -la música roca-. Ya presto a despedirme, no olvides que hay tres cosas que un hombre debe hacer en la vida: sembrar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Deberás pues sembrar un árbol en lo más alto de una montaña para que brinde un profundo verdor en todo su follaje, si bien, aunque no tengas hijos, lograste educar a uno de una manera loable, lo sabes, y es ahora un joven que acoge la vida como su más destacado representante, eso también lo sabes y por supuesto escribirás un libro con la fuerza necesaria para soportar los infortunios de la vida y publicar la novela que desde hace 2 décadas vienes en tu cabeza erigiendo. Saludos desde aquí, mi yo del futuro, alienados ya de las lágrimas fortuitas que ante el lenguaje mundanal se hacen llamar tristeza, afirmo esto pues los lamentos propios de la vida son tan necesarios como la comprensión de que para morir solo es necesario estar vivo. “Hay que volver a la muchedumbre, su contacto endurece y pule, la soledad ablanda y pudre” Federico Nietzsche. Buena mar mi apreciado yo, no vemos en el camino. Atentamente, Rodolfo Buriticá Montoya



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